El Che Guevara fue el gran impulsor  en Cuba de forjar  el “hombre nuevo” del comunismo, algo que abrazó con entusiasmo Fidel Castro. Pero los cubanos no saben que la idea no fue ni original, ni tuvo nada que ver con Marx, o Lenin.

En toda la extensa obra de Marx no hay una sola mención a un hombre nuevo ideal en el socialismo o el comunismo. Y Lenin cuando sus colegas bolcheviques intentarlo comenzar a “forjarlo”  se opuso y lo calificó de tontería.

En 1920, en  La enfermedad infantil del izquierdismo en el  comunismo, Lenin expresó que había que construir el socialismo “no con un material humano fantástico ni especialmente creado por nosotros, sino con el que nos ha dejado como herencia el capitalismo”. Y agregó que propugnar  la creación de un hombre nuevo era “tan poco serio que no merece la pena hablar de ello”.

Y es que la tesis guevarista del “hombre nuevo”  tiene un neto origen fascista. Estuvo inspirada en el “hombre superior” nazi, derivado del “superhombre” que a su vez el Tercer Reich le tomó prestado al misántropo y nihilista filósofo Friedrich Nietzsche, y que Hitler con sus aportes racistas soñaba formar para que fuera protagonista del nuevo orden fascista mundial, que duraría 1,000 años.

Un robot humano  sumiso y cruel a la vez

Nietzsche odiaba a los judíos y sentía aversión por la humanidad,  tal y como él la veía. Pretendía moldearla o exterminarla si era necesario. Su superhombre abrigaba falta de compasión, mucha crueldad y sangre fría, y un gusto desmedido por la acción. Nietzsche  se afincaba en la teoría de la selección natural de Darwin, según la cual solo los más fuertes logran sobrevivir. Era esa, entre otras, una de las bases nutricias del nazismo y del hombre ideal para el “nuevo orden”  fascista.

No sorprende, por tanto, que el Che Guevara  odiara tanto a yanquis y burgueses, y que al diseñar a su superhombre revolucionario lo identificara como  una  “fría máquina de matar”. Esa malignidad lleva de la mano al origen fascista y nihilista del hombre superior nazi.

El héroe-masa del Che debía ser un robot de carne y hueso, sumiso y cruel a la vez,  desconectado de la realidad en que vive, que obedece todo lo que le “orienta” el Partido Comunista  y el Estado, tal y como obedecían al Partido y el Estado los integrantes de la Camisas Pardas hitlerianas en Alemania, o las Camisas Negras de Mussolini en Italia.

hombre nuevo Che Guevara

Esbirros y mulos perfectos

Como Nietzsche,  Guevara  se separó de los hombres ideales concebidos a lo largo de la historia por los utopistas. Platon, Savonarola, Moro, Rabelais, Campanella, Bacon, Fourier, Babeuf, Saint Simon, Owen, o Morris, imaginaron sociedades perfectas, con seres humanos perfectos, pero ninguno imaginó esbirros perfectos.

El zombie  guevarista-castrista  debe ser capaz de matar compatriotas suyos y de trabajar como un mulo,  henchido de entusiasmo,  en las más duras tareas sin importarle la remuneración. Tiene que estar dispuesto a sacrificarlo todo, incluso su familia, en el cumplimiento del deber.

Recordemos  el trabajo voluntario en los cañaverales y otras labores, las banderitas y estímulos morales en la emulación porque el dinero “corrompe”, las escuelas en el campo, las microbrigadas, etc.

Una idiotez en toda la regla

El Che no vivió lo suficiente para constatar  la idiotez de tratar de crear  en el laboratorio social una “raza superior’ de hombres. Pero Fidel sí vivió lo suficiente para constatar los resultados de semejante descoque.

Hoy el “hombre nuevo”  es el cubano que víctima de abusos, mentiras y  privaciones es un artífice de la hipocresía. Sabe mentir y disimular para no buscarse problemas con la dictadura, roba al Estado para sobrevivir o lucrar, trabaja lo menos posible si no es cuentapropista o campesino, no le interesa estudiar (¿para qué?), se dedica a “inventar” para poder obtener dólares. En general muestra gran ignorancia  en materia cultural, social y política. No quiere oír hablar de  Martí o Maceo, ni de la Patria.

Y habla cada vez peor, articula primitivamente y no se le entiende bien lo que dice, pues tampoco tienen buena dicción muchos de sus profesores en la primaria y la secundaria, que muestran además un vocabulario asombrosamente reducido, incluyendo gruesas palabrotas.

En fin, el proyecto del hombre nuevo  guevarista-castrista es hoy una subcultura grotesca, de corte medieval, de simuladores, sin excluir cierta dosis delincuencial.  Eso es el producto legítimo de la “revolución”: un cóctel social y antropológico que dificultará la reconstrucción del país.