La aceptación de la economía de mercado para la izquierda tiene dos componentes fundamentales: el personal y el programático. El primero es aceptar que no es malo tener y el segundo es entender que los que saben generar riqueza son indispensables. Cuando no se comprende esto, el deseo de superación, una aspiración natural en todos los seres humanos acaba representada exclusivamente por las derechas.

La ambición humana es el motor de la generación de riqueza y crecimiento económico. Por ello, el propósito marxista de desarrollar las fuerzas productivas lo han ejecutado mejor las derechas. Las izquierdas se tomaron en serio el evangelio de san Mateo que dice: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”. Deng Xiaoping, padre ideológico de la transición de China al capitalismo, se mofaba de quienes decían que “si un granjero tenía tres patos era socialista, pero si tenía cinco, era capitalista”.  Esto ocurre en Cuba cuando el gobierno regula el número de mesas que pueden tener los restaurantes privados. A Deng se le atribuye la más valiosa cita sobre el cambio en China: “Enriquecerse es glorioso”. Quienes venimos de la izquierda sabemos que esta idea es fundamental porque fusiona lo individual con lo programático e implica una ruptura con el voto de pobreza de la izquierda, que al igual que el celibato de los curas, genera perversiones porque va contra la naturaleza humana. La corrupción es para la izquierda marxista lo que la pedofilia es para la Iglesia católica.

No es casual que las derechas asuman en sus programas la producción y las izquierdas, la distribución. Tampoco es casual que cuando ya no hay mucho que repartir la izquierda pierda elecciones. La regla es que a mayor distancia del mercado se es más de izquierda, sin embargo, a la hora de gobernar el resultado es que a mayor distancia del mercado corresponde mayor fracaso. Los gobiernos de extrema izquierda de Evo Morales y Daniel Ortega no se pelearon con el mercado y sus resultados económicos contrastan con los fracasos venezolano y cubano. El marxismo, en el consciente y el subconsciente de las izquierdas, genera un conflicto moral con el espíritu emprendedor. Los empresarios son definidos como enemigos o como aliados indeseables.

La izquierda necesita romper con la idea de la igualdad absoluta y aceptar la legitimidad de la ganancia, de la acumulación y de la diferencia. Los empresarios son capital humano como lo son los profesionales de alta calificación, sin éstos no hay crecimiento económico. La izquierda debería tener empresarios en sus filas. La sensibilidad social y la solidaridad no son incompatibles con el espíritu emprendedor, los ricos también pueden irse al cielo. Sin duda hay empresarios que abusan de los trabajadores, pero igual hay doctores que abusan de sus pacientes y no por ello debemos quedarnos sin doctores.

Para quienes viven en el mundo normal, este debate puede parecer tonto, pero estos son los cuellos de botella ideológicos y morales que enfrenta ahora la utopía cubana. Necesitan, como me dijo Fidel, “cuestionar sus verdades” y aceptar que éstas siempre fueron mentiras.

Cuando la riqueza proviene del poder político, perder el poder es quedar en la pobreza porque no se sabe hacer otra cosa. Entonces hay que defender el poder a toda costa, como en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Pero ya no se está defendiendo el socialismo ni a los pobres, sino los privilegios personales de los dirigentes y sus familiares. La corrupción en la extrema izquierda establece una relación de amor y odio con la riqueza que deriva en una vulgar transición de revolucionarios a ladrones.


Fragmento del Cuba: Final de la Utopía publicado en la revista Nexos del mes de julio del 2020