Omara Ruiz Urquiola, la culta profesora universitaria y serena disidente, ha dado a conocer al mundo un video desgarrador. La brutalidad a la que fue sometida no es nueva, pero no deja de sorprender cómo una bestia uniformada se atreve a arrastrar a una mujer hasta hacerle sangrar las heridas del cáncer que padece. ¿Motivo? Estar sentada pacíficamente frente a un centro de detención para reclamar la liberación del activista Denis Solís, quien se había manifestado por la liberación del artista Maykel Osorbo, detenido de forma arbitraria. La protesta había sido convocada por el Movimiento San Isidro de artistas independientes.

Si este humilde activista y el rapero, ambos negros, hubiesen sido detenidos en Nueva York por protestar contra el racismo en EEUU no alcanzaría el tiempo de trasmisión en CNN, CBS, NBC y las primeras planas de los periódicos —incluidos todos medios oficiales cubanos comenzando por Granma— para exigir su liberación. Pero Denis y Maikel Osorbo denuncian las injusticias, el racismo, la brutalidad policiaca y la miseria —de negros y blancos— en Cuba bajo la pretendida revolución sexagenaria que algunos en EEUU prefieren creer que todavía existe.

Si Omara hubiese sido arrastrada por la policía estadounidense y no por la cubana escucharíamos el rugir de la izquierda internacional. Pero Denis, Maikel y Omara tienen la mala suerte de exigir justicia en Cuba, donde todavía hay quienes pretenden venerar —sea por ignorancia, oportunismo o cinismo, en la Isla y alrededor del mundo— un inexistente ícono de libertad y justicia social.

¿Es justo presentar como extremistas a quienes como Omara piden que no se hagan concesiones a los que oprimen a 15 millones de cubanos? ¿Es ético ignorar que son los mismos que sostienen el régimen de terror en Venezuela?

¿Se puede posar de progresista para pedir el cese de las presiones sobre el Gobierno cubano y a la vez callar estas ignominias o recurrir a eufemismos para restarles importancia?

¿Cuánta canallada más hay que soportar de fariseos nacionales y extranjeros hasta que el pueblo cubano ponga punto final a esta situación?

¿A qué nivel adicional de barbarie tiene que descender el país para que la nación cubana —no Washington, la Unión Europea, la OEA o la ONU— saque del poder a este régimen mafioso?

No hay que limitarse a pedir condenas del régimen cubano. Hay que apurar el final de esta pesadilla.

No es solo Omara. Cuba se desangra.

Por favor, escuchen a esta cubana digna.

 

Publicado originalmente en Diario de Cuba