Necesito trigo para mi familia; por esas siete canastas llenas de trigo te doy esta hermosa cabra que da una leche estupenda…”.

“Cambio bolsa de leche por picadillo”.

La frase de arriba era común hace 41 siglos entre asirios y urartianos en Mesopotamia, incluida Babilonia, cuando aún no se conocía el dinero. La de abajo es de una mujer en La Habana de hoy, 4,000 años después.

 

Cuando los mesopotámicos hacían esos trueques faltaban unos 3,400 años para que, en Lidia, hoy parte de Turquía, los griegos acuñaran las primeras monedas en la historia (una aleación natural de oro y plata conocida como electro) en el siglo VII A.C, un poquito antes de que en esa misma centuria en China viera la luz el papel moneda.

Desde entonces, durante 2,640 años, no se cambiaron más vacas por ánforas llenas de vino. El trueque genésico no se vio más hasta el siglo XXI D.C en una soleada isla del Caribe. Allí sus habitantes han sido trasladados atrás en el tiempo por la “revolución” y practican aquel mismo trueque que operaba en el Medio Oriente mucho antes de que se escribiera incluso el Antiguo Testamento de la Biblia.

El trueque en Cuba es cosa cotidiana

Hoy en Cuba cambiar una “bolsa de leche por picadillo” es cosa cotidiana. Caridad Acea lo hace frecuentemente en La Habana. A sus 73 años se ha adiestrado en el manejo de las redes sociales para amortiguar la crisis alimentaria que la agobia.

El 29 de agosto de 2020 dos periodistas independientes reportaron a Cubanet que Caridad antes de salir a la calle a enfrentarse a las interminables colas revisa “Cambio y Trueque”, el chat de Telegram (su sede principal precisamente está en el Medio Oriente, en Dubai) para saber si puede intercambiar con otra persona algo de lo que le dan en la bodega.

“Otra opción –explicó la anciana– es que si tú tienes el picadillo que yo quiero, y pides una bolsa de leche, y yo sé quién la vende, salgo, compro la leche y hago el trueque”.

Las ofertas para el trueque son múltiples: “Cambio bolsa de leche de 1 kilogramo, sellada, papel sanitario, detergente y natilla de 1 kilogramo. Quiero perritos negros (color de la envoltura), jamonada de pollo, picadillo (pavo) Golden Maple. Centro Habana, sin transporte, pero me acerco a un punto medio” (…) Cambio juguete súper héroe Spiderman Iron (15 CUC), necesito leche amarilla sellada, 3 kilos”.

La escasez empuja hacia atrás y deviene atraso milenario

La escasez ya peligrosa de todo, la falta de dinero por los miserables salarios, los exorbitantes precios en proporción a ese bajísimo ingreso per cápita, la dolarización con precios abusivos del único comercio minorista medianamente abastecido, y otros factores, han remontado a los cubanos a Babilonia.

En este tipo trueque milenario cubanizado, al igual que ocurría en Mesopotamia (hoy Irak, Kuwait, y partes de Turquía, Siria e Irán), el valor de cambio de cada producto lo fija su grado de escasez.

El intercambio se produce solo desprendiéndose de productos igualmente escasos: carne de res, de puerco, pollo, aceite, leche, harina, frijoles, huevos, arroz, café, así como jabón, detergente, pasta dental, papel sanitario y muchos otros productos.

Este regreso al trueque casi cavernario, pues existía ya miles de años antes de los albores de la civilización, ya se está extendiendo a otras provincias y va a seguir creciendo a medida que se agudice la escasez de todo en la isla.

El futuro pertenece por entero…”  al trueque primitivo

Es otro “logro de la revolución” del cual estarían orgullosos Marx, Lenin, Gramsci, Mao, Fidel Castro y el Che Guevara. No se imaginaron nunca que el comercio sin necesidad del dinero (que tanto aborrecía Guevara) se adelantaría tanto al comunismo que ellos aseguraban vendrá luego de construido el socialismo.

Y de haber creído alguien en la consigna ideológico-poética de “El futuro pertenece por entero al socialismo”, que tanto repetía el finado Fidel Castro, ya sabe al menos que cambiar leche por picadillo es parte de ese futuro.

Fue un “futuro luminoso” prometido en 1961, en virtud del cual los cubanos son ahora más pobres que nunca en toda su historia, disponen de cada vez menos alimentos, medicinas y productos fundamentales, y ven angustiados cómo se les avecina una hambruna. Será inevitable si el General Castro no desmantela el modelo económico estalinista-centralista y abre la economía, en grande al sector privado y a las inversiones extranjeras, a lo cual se niega.

La prensa castrista ataca a este intercambio de pura sobrevivencia mediante el chat citado y lo califica de “huecos negros del comercio en Cuba”.

No, el único y legítimo único “hueco negro” en Cuba es el abierto criminalmente por la dictadura militar comunista y neofascista que encabeza Raúl Castro, quien debiera ser llevado ante el Tribunal Internacional de La Haya.