Ya ni su “buchito de café” se toman los cubanos

La crisis terminal del castrismo —debido a la inviabilidad del socialismo y la devastación en Venezuela— está asfixiando cada vez más el ya precario nivel de vida de los cubanos. Ahora también falta el café, algo sumamente enraizado en la cultura cubana desde que en 1748 el inmigrante de origen francés José Antonio Gelabert introdujo las primeras semillas, que compró en Santo Domingo,  y creó el primer cafetal cubano en la finca de su propiedad llamada  “Las Columnas” en la zona de Wajay,  cerca de La Habana.

El café, puro o mezclado ha desaparecido no solo de las bodegas y mercados estatales en pesos cubanos, sino en las “shopping”,  los restaurantes y hasta en los hoteles. En el mercado negro los precios se subieron a las nubes. Por un poquitico de café llevado a la isla por las “mulas”, marca Llave, Pilón, Bustelo, y otras, hay que pagar 7 CUC (168 pesos corrientes). O sea, hay que dedicar la sexta parte del salario promedio a tomarse algunos pocos buchitos de café.

El café en Cuba era uno de los mejores del mundo

Y aquí es necesario hacer un paréntesis histórico. Durante 160 años el café en Cuba tuvo fama mundial como productora y exportadora de uno de los mejores cafés del planeta,  sobre todo el denominado “arábigo suave Bourbon”,  cosechado en las montañas del norte de Oriente, en la Sierra Cristal, donde un microclima especial favorece la producción de un grano de extraordinaria calidad.

Al igual que ocurrió con el azúcar, a fines del siglo XVIII luego de la devastación causada en Haití por la revolución independentista se disparó la producción de café en Cuba, pues muchos de los cafetaleros franceses radicados en Haití se trasladaron a la zona oriental de Cuba. Surgieron plantaciones de café sobre todo en las zonas montañosas, a 500 y 800 metros de altura. En los años 40 y 50 del siglo XX  el café cubano era uno de los más codiciados del mercado mundial  por su altísima calidad.

En 1960, último año del capitalismo en la isla, Cuba produjo 60,000 toneladas de café, pero desde la sovietización de la economía por Fidel Castro se derrumbó la producción. En 2019 apenas llegó a 8,000  toneladas, el 13% de lo obtenido seis décadas antes. La rica zona cafetalera de las montañas orientales fue convertida en el estatal Grupo Agroforestal “Tercer Frente”, que es el que controla a los campesinos que lo cosechan y les paga precios miserables por su café de alta calidad.

El problema del café en Cuba

O sea la “revolución” acabó con la condición de Cuba  de gran productora y exportadora de café. El país no produce suficiente café y lo tiene que importar, pero en cantidades muy bajas y el más barato, pues el Estado está quebrado financieramente.

Hoy mediante la casi sexagenaria cartilla de racionamiento se le entrega a cada persona un paquete mensual de 115 gramos (un cuarto de libra). Pero el 50% de ese paquete no es café, sino chícharos u otros granos tostados y molidos. De manera que cada consumidor puede tomar al mes solo 57 gramos de café de verdad, o sea, la octava parte de una libra. Y ahora ya ni eso.

¿Saben los cubanos de hoy cuánto café se tomaban sus padres y abuelos antes del castrismo, y 100% puro?  No tienen idea, en 1958 el consumo per cápita fue de 828 gramos según el Ministerio de Agricultura. Es decir, antes a cada habitante de la isla le correspondían casi dos libras mensuales de café puro, y cubano, bien aromático, uno de los mejores del mundo.

El régimen de Raúl Castro insiste en llamar café a la mezcla de un 50% del estimulante grano con otro 50% de frijoles tostados, pese a que la Organización Internacional del Café (OIC), con sede en Londres,  le ha comunicado a La Habana que todo café con más de un 5% de mezcla con otros granos no se puede llamar café.

¿Cuál es la solución para la producción de café en Cuba?

Y ante la aguda escasez de café, por la baja producción debido a que el Estado paga muy poco a los cafetaleros privados, y ahora también porque no tiene divisas para importarlo, el dueto Castro II-Díaz-Canel  se sigue negando a liberar las fuerzas productivas y entregar las tierras en propiedad a quienes la quieran trabajar, como hizo por ejemplo su aliado Partido Comunista de Vietnam, que ha convertido a ese país en el segundo exportador mundial de café luego de Brasil.

No, lo que hace es privar a los cubanos del placer de tomar su ancestral “buchito de café”. Claro, la élite “revolucionaria” del país sí se lo toma sin falta, puro y del mejor, aunque no cubano.

Roberto Álvarez Quiñones