En un gesto que sorprendió a la cúpula dictatorial castrista, la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU denunció en Ginebra que el régimen cubano está bloqueando la participación de defensores de los derechos humanos residentes en la isla para que no puedan presentar sus testimonios en la sesión de ese consejo dedicada a Cuba, programada para el 16 de mayo.

Además, La Habana ha inundado la Oficina del Alto Comisionado con cartas enviadas por las organizaciones pantalla del Partido Comunista, desde la FMC, los CDR y todas las demás, con absurdos elogios sobre la dictadura cubana. Pero eso también ha sido denunciado internacionalmente.

Paralelamente, el vicepresidente de EE.UU. Mike Pence,  calificó al régimen de “oscura nube de tiranía” nada menos que ante el Consejo Permanente de la OEA, y acto seguido exclamó en español: “¡Viva Cuba Libre!”. No se recuerda nada parecido en muchas décadas.

Pero no todo le resulta adverso a la tiranía.

Mientras en el poblado de Calabazar, Boyeros,  esbirros del MININT golpeaban a dos indefensas Damas de Blanco por gritar “¡Abajo Díaz-Canel!”, el personaje en cuestión, ahora nuevo  jefe del gobierno castrista, asumió muy sonriente la Presidencia de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), reunida por primera vez en la isla, en su XXXVII período de sesiones.

La CEPAL es una agencia especializada de la ONU que cuenta con  46 Estados miembros y 13 asociados. Desde su creación en 1948 ha estado integrada  básicamente por intelectuales de izquierda que desde 1959 aceptan de buen grado y difunden los informes  falsos que les envía La Habana. Es la misma historia de la FAO,  la UNESCO, y muchos otros organismos internacionales.

Pese a esa afinidad político-ideológica, el castrismo jamás ha respetado a la CEPAL. Le suministra estadísticas falseadas que son aceptadas como confiables. Manipular estadísticas es parte de la cultura socialista y por supuesto castrista, está en su ADN  desde que a fines de 1959 el presidente del Banco Nacional, el Che Guevara, al enterarse de que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) ese año había sido de solo un 1%, ordenó a sus economistas no publicarlo para no dañar la imagen de la “revolución”.

Desde entonces la dictadura cubana miente en sus informes oficiales. Pero nadie puede verificar nada. La CEPAL lo sabe, pero nada dice al respecto. Acepta que el régimen calcule su PIB sumando gastos sociales de salud pública y educación como nuevos valores creados, o sea,  como si fueran servicios cobrados por entidades privadas de países capitalistas. Con ello, con la paridad artificial del dólar con la moneda cubana, y otros trucos, el régimen infla el PIB, y la CEPAL lo publica intacto, sin un comentario acerca del método tramposo del régimen cubano para calcularlo.

De esa forma, de hecho la CEPAL deviene instrumento de propaganda castrista. Ya sea intencionalmente, por ignorancia, o negligencia por no investigar a fondo la situación desastrosa de la economía cubana, lo cierto es que esa institución regional está engañando a Latinoamérica y al mundo entero con las cifras cubanas. Y se burla de la credibilidad y el profesionalismo que se supone debe tener como organismo especializado de la ONU.

Lo que debiera hacer la CEPAL es alertar que Cuba va al abismo si no fomenta un pujante sector privado, única vía  para producir en grande bienes y servicios. Y, por respeto a si misma, no debiera continuar aceptando más la desinformación estadística que le da la dictadura cubana al basarse en una metodología diferente a la que aplica el resto de la región.