Increíblemente en Cuba no hay elecciones democráticas desde la primera mitad del siglo XX.  Los cubanos no eligen a sus gobernantes desde hace 71 años, en 1948, cuando se realizaron los últimos comicios y resultó vencedor Carlos Prío Socarrás, quien obtuvo  905,200 votos, contra los 608,000  que logró su principal contendiente, Ricardo Núñez Portuondo. La abstención fue de solo un 21%.

Durante toda la etapa republicana precastrista (1902-1959) fueron elegidos democráticamente en las urnas  ocho presidentes que gobernaron 32 años en total, en mandatos de 4 años cada uno  sin derecho a la reelección. Y hubo  tres dictadores, tal y como hubo tantos en Latinoamérica en la primera mitad de dicha centuria.

En marzo de 1952, tres meses antes de cumplir su mandato, el presidente Carlos Prío  fue derrocado por un golpe de Estado del general Fulgencio Batista, quien gobernó como dictador hasta el 1 de enero de 1959, cuando huyó de Cuba desbordado por una rebelión popular que incluyó guerrillas encabezadas por Fidel Castro.

Al entrar en La Habana  Castro declaró: “Yo no soy un aspirante a Presidente de la República… no me importa ningún cargo público, no me interesa el poder”.  Sin embargo, en vez de convocar elecciones democráticas,  como había prometido,  en febrero de 1959 sustituyó la Constitución por una “Ley Fundamental” redactada por él mismo que convirtió al Primer Ministro (cargo ocupado por él) en Jefe de Gobierno, por encima del Presidente de la República, que devino figura decorativa sin poder alguno. También abolió el Congreso y pasó las funciones legislativas al Consejo de Ministros presidido por él.

En abril de 1959  el caudillo cubano viajó a EE.UU y dijo en el Club de Prensa de Nueva York: “Que quede bien claro que nosotros no somos comunistas. Que quede bien claro”.  Y en Washington insistió: “Yo no estoy de acuerdo con el comunismo. Cuba no nacionalizará ni expropiará propiedades privadas extranjeras y buscará, por el contrario, inversiones adicionales”.

Pero tres semanas después expropió cientos de miles de hectáreas de tierra a sus propietarios, incluyendo grandes empresas de EE.UU. como la United Fruit Company,  y luego convirtió en estatales más del 70% de todas las tierras cultivables de la nación. En 1960 estatizó ya toda la economía cubana, y el 22 de diciembre de 1961 declaraba en la TV:   “¡somos marxista-leninistas (…) y  seremos siempre marxista-leninistas!”.

Castro fue siempre el “número uno” del país en su condición de dictador como Comandante en Jefe, por encima del gobierno y del propio Partido Comunista (PCC) fundado por él en 1965. En 1976 institucionalizó el régimen con una Constitución comunista que estableció que la máxima instancia constitucional de poder en el país era el PCC. Y así lo sigue siendo en la nueva Constitución comunista aprobada en 2019.

El gobierno afirma que en Cuba sí hay elecciones democráticas porque sin la existencia de partidos políticos los ciudadanos eligen en sus barrios a sus representantes locales en el Poder Popular y a los diputados a la Asamblea Nacional que luego eligen al Consejo de Estado y al presidente del país.

Eso es falso. Los candidatos a delegados en cada circunscripción de los 168 municipios del país son todos marxista-leninistas seleccionados por el PCC. Los ciudadanos no tienen cómo elegir a alguien no  comunista, y mucho menos a opositores políticos. Además, todos los aspirantes a diputados nacionales van como candidatos únicos.  O sea, antes de que de realizarse las elecciones cada candidato es nombrado diputado por el PCC.

Además, ya “electos”, los diputados no eligen al Presidente de la República, ni al Consejo de Estado. De eso se encarga el dictador, que los nombra a dedo. La misión de los diputados es aprobar lo que decida el dictador, actualmente Raúl Castro, quien ya sin cargo alguno en el gobierno sigue dirigiendo el país. El derecho formal al voto en Cuba no vale nada. Es un instrumento de propaganda política.

Pero hay más, Cuba no solo no es gobernada por el Presidente del país, y ni siquiera por el PCC, sino por una Junta Militar de unos 14 ó 15 generales y comandantes “históricos” presidida por Castro II. Son ellos los que toman las decisiones importantes y trazan la estrategia política a seguir.

El presidente del país, hoy Miguel Díaz-Canel, es como un administrador. No puede hacer nada por sí mismo. Todo debe ser antes aprobado por Castro II y su Junta Militar,  que además no da la cara, trabaja en las sombras, es “invisible”.

Roberto Álvarez Quiñones