Imaginemos que Emmanuel Macron, el presidente de Francia, y su ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, van a la TV para comunicarles a los 67 millones de habitantes del país la formidable noticia de que todos recibirán al mes dos libras más de papas y 6 onzas más de petits pois, y que les tocará una libra más de pollo pero solo a menores de 14 años y mayores de 65. Y le aconsejan a quienes están entre esas edades que busquen dólares, o siembren en sus patios algo de comer, o vayan a llorar al parque.

Ni al más imaginativo cultor de la ciencia ficción se le podría ocurrir tal descoque. Pero eso sucede en Cuba y nadie en el mundo se asombra. La ONU y demás organismos internacionales, y la inmensa mayoría de los gobiernos del planeta lo ven como algo normal. O sea, en Francia sería un horror, pero en Cuba ocurre y no pasa nada. La isla es de hecho un universo paralelo.

Obviamente ni Macron ni La Maire tienen la menor idea de cuántas libras de papas o de petits pois se come un francés al mes. ¿Por qué y para qué tendrían que saberlo?

Fidel Castro ¿el benefactor del pueblo?

Pero en Cuba lo hizo Fidel Castro durante medio siglo, desde que asaltó el poder, estatizó la economía, y se derrumbó la producción de alimentos. Como empresario único del país, y en una aberración de demagogia populista se presentaba en la TV como el benefactor y protector paternal del pueblo, preocupado por no dejar desamparado a nadie y al tanto de lo que consumía hasta el más humilde campesino de la Sierra Maestra.

Esa costumbre autoritaria se enraizó en el tuétano de la dictadura. Hoy el presidente designado Miguel Díaz-Canel, y sus ministros hacen lo mismo en el programa propagandístico Mesa Redonda de la TV Nacional. Allí anunciaron la entrega de una pizca más de zanahorias a los cubanos. Sí, porque todas las tiranías comunistas se han basado en la teoría del palo y la zanahoria. Dan muy contados beneficios sociales muy limitados y reprimen brutalmente cualquier intento de disidencia. La más destacada ha sido la castrista: hace 60 años da muchos palos y poquísimas zanahorias.

Lo más significativo es la paradoja de que los dirigentes dictatoriales afirman que la crítica escasez actual de todo en Cuba no se debe a la inviabilidad del socialismo, sino al “bloqueo” de Washington. Ocultan que esos pollos que se venderán por la “libreta” para niños y viejos, y los que se venden en las tiendas en divisas, proceden de EE.UU, que hace tiempo es el mayor proveedor de pollos a Cuba.

Los pollos adicionales son todos “americanos”

Recientemente la firma World City Inc (WCI), que analiza el comercio de EEUU con el mundo, reveló que entre enero y mayo de 2020 Cuba compró a EE.UU productos por $81.6 millones de dólares, y que el 77% consistió en pollos congelados, y el resto incluyó maíz, soya, fosfatos y hasta tractores.

En 2019, con “bloqueo” y todo, las importaciones totales de Cuba desde EE.UU ascendieron a $286,8 millones, según WCI. Y entre enero de 2019 y mayo de 2020 Cuba exportó hacia “el enemigo” un total de 6.2 millones de dólares. Pero eso lo silencian Granma, la TV, y todos los dirigentes castristas.

La libra de “pollo americano” racionado solo será saboreada por el 30% de los cubanos. El régimen dispuso que se venda solo para menores de 14 años y mayores de 65. O sea, 7.9 millones de personas se quedarán sin comer el pedacito de pollo, el 70% de la población total. Casi nada.

El 70% de los cubanos no comerá libra de pollo adicional

Frijoles para un solo almuerzo más

A quienes no les “toca” comer pollo por la libreta, y no reciben dólares por ninguna parte para comprarlo a precios astronómicos en las tiendas en divisas, el régimen en desagravio les concederá dos libras más de arroz para que hagan tres comidas más y alcancen a comer arroz en agosto al menos 13 días y no los 10 días habituales con la cuota de la “libreta”. Y les darán seis onzas más de frijoles negros para un solo almuerzo extra. Y tanta jamonada como para ponerle a un pan en una sola merienda.

Ese es el gobierno castrista, el único en la Tierra cuyos jefes anuncian por TV las onzas de pollo, arroz y frijoles que va a comer cada ciudadano. Esa es la “revolución socialista” que sigue alabando la izquierda de todo el mundo.