Cuba como “potencia médica”, gracias a la revolución, fue el mejor producto de marketing político-ideológico de Fidel Castro, entre los muchos que fabricó en sus 52 años como dictador.

La salud pública gratuita ha sido un buque insignia de la propaganda castrista. El comandante vendió al mundo tres grandes falacias:

1) debido a la superioridad del modelo económico socialista Cuba se convirtió en una “potencia médica”,

2) la revolución es altruista y brinda ayuda médica desinteresada a países subdesarrollados, y

3) antes de 1959 los servicios médicos en la isla eran una calamidad.

Se trataba de un mito creíble para muchos. Se basaba en la vieja técnica de decir parte de la verdad y no toda la verdad. No hay mejor forma de mentir. Ciertamente desde los años 60, hasta 1991, en Cuba los servicios de salud pública se expandieron por todo el país, incluso a las áreas rurales en las que nunca habían existido.

¿Y por qué sólo hasta 1991? Ahí radica buena parte del mito. En diciembre de 1991 se desintegró la Unión Soviética y se desinfló el globo sanitario fidelista. Al acabarse los subsidios a los Castro los servicios médicos quedaron al desnudo como un producto directo del Kremlin, con propósitos políticos fatales para los cubanos.

En los 31 años de la “hermandad cubano-soviética” Cuba recibió unos $115,000 millones de dólares. Pero Castro los usó básicamente para alimentar su ego. Intervino militarmente en varios países en África y Medio Oriente, exportó la “guerra de liberación” guevarista a Latinoamérica”, y se convirtió en el líder “redentor” del Movimiento de Países No Alineados y del Tercer Mundo.

Y en Cuba dedicó el dinero de la URSS fundamentalmente a gastos sociales desproporcionados para el modesto tamaño de la economía cubana. No fue invertido para desarrollar la infraestructura y la economía del país y pagar los servicios médicos con recursos propios. Y el dinero que invirtió en la economía fue dedicado a planes disparatados que fracasaban uno detrás de otro por irrealizables. Desde la madre de todas las zafras azucareras del mundo, hasta vacas híbridas que no daban ni leche ni carne, el Cordón de La Habana, y tantísimos otros planes irresponsables.

La Salud Pública antes del castrismo

Para apuntalar el mito Castro y el régimen insistían en el pobre grado de desarrollo de la medicina en Cuba antes de 1959. Pero las estadísticas de la ONU, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dicen otra cosa.

En 1958 Cuba tenía un médico por cada 980 habitantes, en Latinoamérica solo detrás de Argentina, que tenía uno por cada 760 habitantes; y Uruguay, uno por cada 860. Ese año la isla tenía unas 35,000 camas de hospitales, una cama por cada 190 habitantes, cifra superior a la de los países del Primer Mundo, que registraban una cama por cada 200 habitantes.

El avance de Cuba en medicina tenía antecedentes remotos. Por orden de Carlos V, entre 1522 y 1523 se construyó en Santiago de Cuba uno de los tres primeros hospitales de América, junto con el fundado en Santo Domingo en 1503,  y otro en México en 1524, según el historiador Herbert Stern. En 1847 Cuba fue la primera nación de América Latina que aplicó anestesia con éter. En 1881 fue un médico cubano, Carlos J. Finlay, el descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla.

En 1907 se creó en La Habana el primer servicio de rayos X de Latinoamérica. A fines de los años 50 Cuba era el segundo país de la región con más baja de mortalidad infantil, con 33 por cada mil nacidos vivos. Por entonces, en 1958, Italia tenía una tasa de 50 por cada mil, Francia, 34 por mil, y Japón 40 por mil, según la OMS.

La enseñanza de la medicina en Cuba comenzó en 1726 a cargo de la Orden de los Dominicos del Convento de San Juan de Letrán, y desde 1842 en la Universidad de La Habana. Durante la república muchos médicos cubanos adquirieron fama internacional y eran reconocidos entre los mejores del mundo en su especialidad.

En 1900 se inauguró la Escuela de Estomatología en la Universidad de La Habana, una de las primeras del continente. La estomatología en Cuba tenía un desarrollo de nivel mundial, con dentistas eminentes y con la más moderna tecnología de la época.

¿Es gratuita la atención médica en Cuba?

El régimen comenzó en marzo de 2017 a entregar en los hospitales facturas simbólicas a los pacientes para que sepan lo que cuesta la hospitalización que ellos reciben gratuitamente. Falso. Ni en Cuba ni en ninguna parte del mundo existe la gratuidad. Todo tiene un costo y alguien lo paga. Un Estado capitalista sufraga los servicios públicos con el dinero de los contribuyentes.

En Cuba el Estado se queda con el grueso del salario de los trabajadores. O sea, les expropia toda la plusvalía (en la terminología marxista). Cuba es el único país de Latinoamérica donde el salario promedio es inferior a un dólar diario, que la ONU sitúa como pobreza extrema. Según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), de Cuba, hoy el salario diario en la isla es $0.93, es decir, 27.92 dólares mensuales. En Haití es más del doble. Venezuela luego de la colonización castrista tiene el segundo salario más bajo del continente, con 37 dólares mensuales.

También la supuesta gratuidad es pagada con los altos precios de venta estatales, y los bajísimos que paga a los campesinos por sus cosechas. En las shopping, controladas por los militares, desde que en 1993 se legalizó el uso del dólar se estableció un impuesto del 240% a todos los productos. Luego se fueron incrementando hasta un 1,200% en algunos casos.

Lo peor es que cada consulta, cirugía, o tratamiento los paga el pueblo con pobreza y escasez. Con prohibiciones absurdas y abusos. Con la angustia de no saber qué va a comer el día siguiente, la falta de libertades y de no ver la luz al final del túnel totalitario.

Otra de las grandes mentiras castristas ha sido hacer creer que la enseñanza universitaria en Cuba era para “niños ricos”. Falso. En la Universidad de La Habana la matrícula anual costaba sólo 60 pesos —60 dólares entonces—, a pagar en tres plazos. O sea, con 5 pesos al mes un joven habanero podía graduarse de médico (o de ingeniero, abogado, arquitecto, contador público, físico-matemático, biólogo, botánico, doctor en Filosofía y Letras, o Pedagogía). Claro, si era del interior del país debía hospedarse en una casa de huéspedes.

Fin del dinero del Kremlin, esclavos modernos, el desastre

Al derrumbarse el “socialismo real” Cuba se hundió en una profunda crisis. A diferencia de otras anteriores, como la que siguió a la Zafra de los 10 Millones, esta es terminal. No hay recuperación posible mientras no se cambie el sistema político-económico. Los subsidios venezolanos paliaron durante un tiempo la ausencia de la URSS, pero la “cubanización” del chavismo hundió también a Venezuela, que los ha reducido y no son suficientes.

Y todo se agrava con el envío de miles de médicos y profesionales de la salud al extranjero. Como consecuencia, la atención primaria y su pilar, el médico y la enfermera de la familia, casi han desaparecido con la reducción de más de 23,000 médicos y enfermeras de la familia.

Más de 33,000 médicos cubanos, un tercio de los 90,161 existentes según el Anuario Estadístico de Salud de 2016, trabajan en 62 países como ‘esclavos de bata blanca’. El régimen les expropia el 75% de sus sueldos, que suman unos $8,000 millones de dólares anuales. Son ellos la mayor fuente de ingreso de divisas del país, junto con las remesas, viajes y paquetes desde EE.UU.

El profesor economista cubano Carmelo Mesa Lago calcula que Cuba hoy no tiene un médico por 127 habitantes, como presume el gobierno, sino uno por 234 habitantes, igual que en 1993, el peor año del periodo especial.

Los pacientes tienen que hacerles regalos y sobornar a médicos y dentistas para recibir una atención aceptable. Muchas intervenciones quirúrgicas no se realizan por falta de cirujanos, o de lo necesario para operar. Muchos médicos abandonan la profesión.  Por ejemplo, una doctora de Matanzas, llamada María Elena, vende artesanías bajo una gran sombrilla en la calle, pues como médica le pagaban muy poco, le explicó a Radio Martí.

Crisis dramática: menos hospitales, policlínicos y medicinas

La “revolución de los humildes” lejos de aumentar el número de hospitales y de camas, o modernizarlos, como hacen todos los países, los clausura. Desde 2010 han sido cerrados 64 hospitales. El país perdió ya un 32% de la capacidad de hospitalización. Increíble. El número de policlínicos se ha reducido en un 9%. Datos de Mesa Lago muestran que el personal total de salud fue reducido en un 22% entre 2008 y 2016. El número de técnicos cayó un 54% y las enfermeras en 16%. Sólo en 2010 fueron despedidos 47,000 empleados de ese sector.

Para colmo, todos los hospitales rurales –baluarte de la propaganda castrista– y los puestos rurales y urbanos fueron cerrados en 2011. Los campesinos y sus familias son referidos a hospitales regionales, pero por falta de transporte en los casos de emergencia sus vidas corren peligro. La mortalidad materna aumentó nacionalmente un 34% entre 2007 y 2015. Han descendido drásticamente los diagnósticos y las pruebas costosas.

Hay una severa escasez de medicinas e insumos para cirugía. Los pacientes deben llevar las sábanas, almohadas, bombillos y hasta el mercurocromo. No hay agua, las paredes y pisos están sucios, pululan cucarachas , mosquitos, y los malos olores.

En las farmacias no hay medicamentos, ni siquiera aspirina u otros analgésicos. Según reportan periodistas independientes, los hipertensos, cardíacos o diabéticos pueden estar meses sin sus medicamentos. Tampoco hay psicofármacos en un país donde la depresión y el estrés son alarmantes. Los precios en el mercado negro son astronómicos y muchos los tienen que pagar a costa de carecer de alimentos.

Los dentistas no son suficientes (había unos 14,000 en 2012, según la ONEI). Hay escasez de sillones, déficit de personal técnico,  peligrosa falta de higiene. No hay resinas para reparar los dientes, ni materiales para hacer las prótesis dentales. En las calles se ve cómo a personas todavía jóvenes les faltan varios dientes. Muchos padecen de problemas digestivos porque no pueden masticar bien.

CONCLUSIONES

Fidel Castro engañó a todos por partida doble

Fidel Castro engañó a todos doblemente: ni la revolución era capaz de sufragar los cuantiosos gastos de salud pública, ni el propósito verdadero era el de cuidar la salud de los cubanos, sino el de legitimar la dictadura, con dinero ajeno.

El sistema económico socialista, improductivo por su naturaleza contranatura, no genera recursos suficientes. Solo con los subsidios soviéticos ello fue posible. Y con la vitrina médica Castro se atornilló políticamente en el poder y enmascaró el carácter de granja orwelliano de la isla.

Al comandante nunca le interesó el bienestar de nadie, sino “tener poder y gloria”, como le confesó a Alfredo Esquivel, un colega y amigo suyo en la Universidad de La Habana, a fines de los años 40. Fidel se percibía a sí mismo muy por encima de los demás cubanos y los subestimaba. No le importó jamás hacerlos sufrir.

Pero el dinero regalado por Moscú se acabó, y todo se vino abajo. Raúl Castro, mediocre, inseguro, acomplejado ante la “brillantez” de su hermano, lo continuó todo como un dogma sagrado. Pero sin un centavo. Y el régimen se despojó de su careta altruista e “internacionalista”: la masiva formación de médicos cubanos no era –ni es– para cuidar la salud de los cubanos y ayudar al Tercer Mundo, sino para exportar médicos como mercancía estatal y obtener divisas. Las que necesitan el dictador y su claque cívico militar para seguir disfrutando de las “mieles del poder”.

En tanto, el dengue regresó a Cuba. Y el cólera la malaria, el paludismo y la tuberculosis. Hay zika y otras muchas otras enfermedades bacterianas y virales que remontan la isla a los tiempos de la colonia. Para lograr una consulta con un especialista el paciente debe esperar hasta tres meses. Este le da una receta que expira a los tres días y el enfermo no consigue la medicina porque no hay medicamentos en las farmacias.

La “potencia médica” devino un desastre. Es dramático y triste para un país que fue punta de vanguardia mundial en la medicina, y que hoy tiene uno los peores servicios médicos de Occidente.

No obstante, hay quienes por el mundo siguen creyendo aquel mito tan bonito. A esos creyentes hay que recomendarles que vayan a Cuba, visiten hospitales, policlínicos, y clínicas dentales, fuera del circuito reservado para los turistas, que hablen con pacientes, médicos y empleados. Y que luego opinen sobre el tema.

Roberto Álvarez Quiñones